miércoles, 20 de enero de 2010

Un año de amor

Pues ya estamos de vuelta. La Navidad, esa entrañable amiga pesada que llega cada año, y que, por otro lado, tiene la indecencia de transformar tus euros en el banco en sendos michelines en tu cuerpo, se las ha pirado por donde ha venido. Y con el rollo, con el rollo... hemos cumplido un año. El blog ha cumplido un año. Nosotros no; mi alter ego y quien teclea frenético, contamos nuestros años de edad por centurias ya.

Pero lejos de hacer un insostenible recorrido por este año de blog, lo cual aburriría muchísimo a nuestros seguidores, puesto que ya que lo son, saben sobrados qué se ha cocido por aquí durante este año, me apetece agradecer a todas y cada una de las visitas que hemos recibido, dándoles un trillón de besos.

Dados los besos, paso a contarles un anécdota de mi vida como lo pudiera haber sido cualquier otra.

Como buen amo de mi casa que soy, aunque esto me etiqueta mejor como buen vecino que vive en una comunidad de ídems, esta tarde bajé a hacer la escalera.
No, no es que hasta ese momento tuviéramos que subir a nuestras moradas lanzándonos con pértigas, no, no es eso. Es que me tocaba fregar el rellano de la entrada principal, ya saben; rotando que es gerundio.

El caso es que he bajado con mi escoba y mi fregona a las 7 p.m., vaya, lo que viene siendo las 7 de la tarde, y me he puesto a darle a ambos palos como si fueran luchacos a fin de dejar el suelo resplandeciente.
Por supuesto que era mala hora; la del tercero que llegaba con el carricoche del niño, que se estaba comiendo una pera, Doña Pura que venía del Súper y no ha evitado tirar la colilla de Faria sobre mi friegue, los... cómo llamarlos sin ofender a nadie... los vecinos del sexto, esos que conviven 16 en el mismo piso y que a su paso han descrito cara de asombro al ver: A) A un tío fregar el suelo, y B) Esos artilugios raros con los que lo fregaba. Y un largo etc. (Aunque aquí mi alter ego quizá me rectifique puesto que un “etcétera” es un “etcétera”, y nunca es largo, ni corto)

Como bien se imaginaran, entre pisadas, rabos de pera, y colillas... no había manera. Pero a mí eso me ha dado igual. Me da igual porque lo que aquí importa es que te vean. Que en hora punta uno se ponga a fregotear los suelos, cumple este sentido de convivencia en comunidad; que lo hagas. Mejor o peor, con restos de pera o con tampax por los rincones, pero que cuando te toca, lo que cuenta es que te vean bien ataviado con fregonas, y que con brío canturrees un buen tema de Perales; uno de esos de amores desgarradores.

Es que sino, en la clásica reunión de vecin@s, en la que los vecinos de arriba piden el ascensor, y los de abajo que se arregle la antena, que tan abajo la señal de la tele llega casi como de codificado de canal plus, el temita de la limpieza de la escalera sale fijo.

Sobre todo cuando ven a un pipiolo, bello, inteligente, bien formado, y excelentemente dotado como yo, que vive en soledad. Las “doñas puras” de rigor, no lo soportan. Te meten sin descanso con que no friegas la escalera, aunque vean que un niño de dos años relame el suelo ante la mirada de complacencia de su madre. Aunque vean al Mister Propper cabreado tragándose el algodón, ellas lo sueltan; como si soltaran un pedo.

¡Qué pesadas!

2 comentarios:

  1. Siempre quise tener los ojos azules, siempre, siempre, siempre y, mira por donde, lo has conseguido!!!!!
    Me gusta la renovación...Espero poderme tomar algo en breve contigo en ella.
    Me ha quedado una duda: ¿friegas o no friegas?
    Besos

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  2. Gràcies per passar-te pel meu blog! Un any de blogger? Felicitats! jo en poto 4! ja veurás com passen volant!

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