lunes, 15 de marzo de 2010

Miguel Delibes; ese recuerdo


Del mismo modo que un día le dediqué un post a la ilustre Farrah Fawcett Majors tras su deceso, quisiera con esta entrada, a falta de pan, dedicarle un recuerdo a Miguel Delibes.

Soy más historiador que literato, así que les cuento un recuerdo que sirva de homenaje a la memoria de Delibes, y mejor no me meto en camisas de once varas, cual imbecil en una gala eurovisiva.

Hace millones de años, cuando yo estudiaba en un viejo Instituto de Barcelona, acostumbraba algunas tardes a salir de clase y a tomar un autobús que me llevara al centro de la ciudad. No es este el foro adecuado para explicarles por qué hacía esto, pero sí que lo hacía. Tomaba el autobús 26, conectaba con otro autobús en Pza. Catalunya, y así regresaba muchas tardes a casa

Mi recuerdo se remonta a los años 80, cuando al cruzar Rambla de Catalunya pasaba por delante del finado “Teatro Barcelona”, donde durante mucho tiempo estuve viendo un gran cartel que decía: “Cinco horas con Mario”. Por aquel entonces yo no sabía quien era ni el Sr. Delibes, ni mucho menos quien era el “Mario” este de marras, pero sí que sabía quien era Lola Herrera. Creo que en mi lejana e ingenua adolescencia, me imaginaba que si en una obra de teatro salía la Herrera, con toda su laca y sus enaguas, debía de ser una obra de las gordas.

Nunca llegué a ver, ni a leer, “Cinco horas con Mario”. Con el paso de los años, la Herrera se puso a hacer spots televisivos y series de adolescentes salidas, el “Teatro Barcelona” se cerró, a mí me crecieron las orejas, y todo aquello quedó atrás en el recuerdo.

Y es curioso; mi frivolidad hablando de mis recuerdos de adolescencia se desvanecerán conmigo. Mi frescura para reconocer mi ignorancia literaria también se irán. El “Teatro Barcelona”, la Herrera, y mi prima la del pueblo también. Incluso el Sr. Delibes se ha ido.

Pero he aquí el milagro que obra la letra impresa; la parte terrenal de un escritor se convertirá en el mismo polvo del cual vino, pero su genio perdurará siempre mientras existan la tinta y los estantes.