lunes, 22 de febrero de 2010

"Perdidos"


Me llama poderosamente la atención el malhumor que se destila en “Lost”. Una hostilidad que me irrita sobremanera porque no puedo entender porqué bajo el signo del malhumor nos autorizamos a maltratar al vecino. En este caso se trata de unos pobres chicos que sin comerlo ni beberlo se caen en una isla, y pasan temporadas y capítulos enteros tragando la mala baba de “los otros”, de los otros “otros”, de la tía Perica, y de la suegra del realizador.

Supongo que es uno de esos imponderables de la especie humana; hacer participe a nuestros más próximos conciudadanos de nuestra miseria. Puede que este hábito contenga algún tipo de rescoldo de lo que en el pasado fuera un acto social. Quizá en épocas primitivas cuando no existía el papel higiénico, se compartía mucho más en un simple choque de manos. Debe de tratarse como de invitar a alguien a echar un pitillo… aunque en el caso de “un mal día” lo que se comparte es bilis.

Y debo reconocer que a mí es una cosa que me atormenta porque no sé controlar. Cuando “me levanto con el pie izquierdo”, deseo con toda mi alma que todo el mundo a mi alrededor se muera entre dolores espantosos. Claro que así lo que consigo es que mis vecinos acaben blasfemando de todo, como yo.

Lo que no entiendo es porque no existe un mimetismo al contrario; porque es tan difícil que el buen humor se contagie como una gripe A cualquiera. Debería de ser así ¿no?. Que uno se levantara por la mañana abominando del mundo en el que le ha tocado vivir pero que una dulce sonrisa le rescatara y le hiciera olvidar lo feo que todo le parece.

Para que después hablen de aquello del equilibrio entre contrarios… pues sí.

Y con estos chicos perdidos en medio del Pacífico pues pasa un poco lo mismo. ¿Porqué hay tanta mala baba en esa isla? Sí, ya sé que si no la hubiera, si todos no fueran más bordes que una taquillera de cine franquista, no habría serie. Sería un poco como si el coyote pillara de entrada al correcaminos y le metiera la del pulpo. Se acabaría la serie, aunque por fin; también ese irritante “mic-mic”.

Pero es que “Lost” a este nivel es un museo de los horrores; el humo negro este que las gasta como el diablo, o la francesa histérica preparando trampas a los pobres chicos cuyo peor delito ha sido estrellarse con el avión en medio de sus lechugas, o la otra orejuda haciéndose pasar por un tío jubilado que viajaba en globo con su esposa pero que después resulta ser más mala que la peste, o las que iban en la cola del avión y que caen en la otra punta de la isla junto a aquella Ana Lucía que es más borde que el copón… y así podría seguir.

Y claro, las otras cándidas pues a tragar mierda tocan. ¡Pobres! ¡Imagínense qué marrón! Por si no fuese bastante putada que su avión se estrellara en el quinto pijo, “los otros” ensayan sobre ellos todo un manual de perrerías. Una tras otra, sin olvidarse de media. Pero es que encima “los seis de Oceanic” son tan bobos que cuando consiguen volver a casa, pierden el culo por regresar para que les sigan puteando. ¡Ala ahí! ¡A tragar caca a capazos! ¡Venga John Locke, reina, que es gratis!

Porque sí, es cierto que hay gente “perdida” que se ha portado muy mal en la vida y que se merece todos los castigos en esa especie de purgatorio en medio del Pacífico… pero ya me dirán del pobre Hugo… Más allá de inflarse a bollycaos no veo yo sus “pecados”… aunque claro, la dinámica de esta serie es así; lo mismo en breves capítulos ese adorable gordinflón se descubre como un demencial pederasta que se comió a su propia madre en pleno ataque de gula edípica.

No sé. Reconozco mucho mérito en los guionistas de “Perdidos” quienes han construido seis temporadas de una serie que se sustenta en la mala ostia, en la hostilidad, en la desconfianza, en el sufrimiento, en el engaño, en la muerte fácil, en el “mobbing”, en el “bullying”, en el “puenting”… No recuerdo ni un solo momento en la serie que te haga estremecer de felicidad. Vaya, algún momento radiante sí que habrá quien pueda asegurarme que exista, pero a poder ser que no sea un momento que en unos segundos quede vaporizado en una inmensa nube de estiércol.

Supongo que tales guionistas han sabido explotar el lado más voyeur de todo ser humano; aquel que goza con las zurras ajenas…quizá sea por eso que seguimos enganchados a esta serie, porque otra satisfacción la verdad es que no nos da.

Sin embargo todo debería tener su límite; entre tanto alarido de dolor uno espera el clásico momento de la bofetada. El gratificante momento en el que el bueno se revuelve contra el malo y lo pone tibio a guantazos. ¿Han visto “Deep Proof”? Pero ni siquiera el final de “Lost” se promete vivificante. Bueno, al menos eso dicen… Así que después de sufrir como posesas durante decenas de capítulos, nos vamos a quedar a cuadros. ¡Eso sí que pone de malhumor!