lunes, 8 de noviembre de 2010

Sola

Hace casi un mes que me quedé sola en casa. Efectivamente yo solo (sí, solo de solamente sin acento gracias a la nueva gramática de la RAE)... yo solo había sido poseída por la desidia. Pensaba, daba vueltas a mis cosas pero no me decidía a publicarlas, a compartirlas, a divulgarlas.

Mi casa había aparecido en un escaparate, de repente la gran pared que yo quería cubrir con hermosos papeles se vio reemplazaza por un muro de cristal que me dejaba tan a la vista como jamás hubiera podido imaginar. Eso me atemorizó, me dio hasta frío. Así que cogí mis fotos, mis poemas y mis nostalgias y me encerré en el lavabo. Allí, a salvo de las miradas duras y tendenciosas, me dediqué a leer, a leer y a leer. Yo que iba a escribir una gran novela romántica bajo pseudónimo y acabé envuelta en papeles de periódico al abrigo de mis temores.

¡Se acabó! Prometo no ser nada prolija, lo aseguro. No poseo el don de la constancia pero sí el de la compulsión. Regreso tras pintar las paredes y hacer desaparecer el ojo que todo lo mira. El negro como ritual ha dejado paso a las palabras blancas y ahora puedo hacer lo que desee con ellas. Dialogar tras los garbanzos, coquetear con mis amigos, dedicaros un poema, colgar una canción que solo (de nuevo sin acento) soporte... Posibilidades de generar un espacio como tantos hay ya, sí, como tantos pero mío.
¿Qué haré con tanta libertad? Eso no se verá hoy ...

lunes, 11 de octubre de 2010

CAMINO de Javier Fresser


Quisiera despedirme de este blog, poniendo tan verde como pueda a una película que me ha conmocionado.

Me ha conmocionado, supongo, porque soy padre, porque soy ateo, porque soy persona que ama la vida lógica, y porque me cabrea que me la den con queso.

Se trata de “Camino”. Un rollo que va más allá de lo lacrimógeno para adentrarse en el masoquismo más insultante. Una exhibición de dolor emocional, de sufrimiento llevado a sus cotas más altas: puro calvario. La apuesta es sencilla, no se vayan ustedes a creer: ¿Que puede jodernos más a todos que el sufrimiento largo y agónico de ver a un hijo morir de cáncer, sumido en vómitos, yagas, aparatos ortopédicos, cegueras y otras excelencias hospitalarias? Probablemente nada.
Es ir al cine para que te rasguen el alma con una hoja de afeitar oxidada, para que te la llenen de sal después, y para que te claven alfileres ardiendo en los sentimientos. Pura pornografía emocional, se lo advierto.

Lo peor de todo es el cinismo mediático que vende una película tan horrenda como una obra maestra. Una crítica infame y embaucadora, más que el propio director si cabe, que divaga sobre este bodrio en tono asceta, ululando en temas que no importan un pimiento. Que si Opus-Dei, que si madres posesivas, que si los fundamentalismos religiosos, que si mi prima la de Móstoles... ¿Pero que dicen? Pero si lo que realmente subyace en esta burrada es esa insana y malévola intención de hacer sufrir por hacerlo.

Recuerdo que cuando me puse a verla, y antes de que las palomitas se me convirtieran en bilis, aun pensaba que se trataba de otra cosa. Pensaba que la radicalidad religiosa de una madre había permitido que un cáncer se llevara a su hija. Así se publicitó, lo recuerdo perfectamente, incluso durante la entrega de los premios “Goya” se hizo. Pero no, era todo un subterfugio publicitario que se apoyaba en un tema tan delicado como los extremismos religiosos con la finalidad de vender una parida que de otro modo no la hubieran aguantado ni un millón de Marias Magdalenas sobornadas.

Sólo salvo dos cosas de este exabrupto: las interpretaciones; TODAS, sin dejarme ni una, merecen mil aplausos. Y la segunda; ese dolor paterno que se me clavó en lo más profundo. ¡Ya está bien de madres coraje que por sus hijos ma-tan! Los padres también ma-ta-mos por nuestros hijos. ¡Tanta madre ya, hombre! ¡Que parecéis que sois las únicas capaces de llorar por un hijo...! ¡Verduleras!

No entiendo como SAW VI ha tenido que ser mutilada para que en este país pudiéramos verla y que esta mierda aun circule por ahí... eso dice mucho de nosotros. Eso dice mucho de nuestros premios “GOYA” también. Debieron sobrarles estatuillas, sin duda, entiendo.

Ahora, pongo a Dios, a Alá, a Javé, a Buda y a Belén Esteban por testigo que no voy a volver a ver una película de Javier Fresser ni que me limen los callos con ácido sulfúrico.

¡Lo juro!

Y ahora sí, adiós. A partir de este momento, quien quiera, puede seguirme en http://www.desayunocongarbanzos.blogspot.com/ donde encontraran este mismo post a modo de inauguración oficial.

Besos a todos.

sábado, 18 de septiembre de 2010

El Panga-gate

Esta mañana he estado realizando mis compras de sábado. Imbuido por ese spot publicitario en que una familia enloquece al ver su congelador vacío tras la vuelta de sus vacaciones en Peñíscola, he pensado que mejor evitaba mi desquicio acudiendo presto a la misma tienda de ultracongelados del spot televisivo.

Como mi vida universitaria ha recomenzado y mi dieta laboral roza lo penoso, también a mí me ha parecido buena idea avituallarme con algún que otro pescado congelado, porque tener tiempo para “pedir la última” en una pescadería, como que no.

Algunas verduritas, algunos heladitos, y pescado. Unas rodajas de merluza austral enormes, de esas que tienes que sacarlas del congelador seis días antes y ponerlas al sol para descongelarlas. ¿Alguien sabe que diablos es eso de “merluza austral”? ¿Merluza del sur del Pacífico? Por otro lado, el filete de panga estaba a 3,5 el kg, por lo que me ha parecido que estaba bien y he cogido unos cuantos de estos.

La cajera, displicente como todas, pasaba mis congelados por el scanner y esperaba el “pip” de turno para ubicarlas en la bolsa. De pronto, al coger mi panga, la ha soltado de golpe sobre el mostrador mientras profería una levísima arcada y me miraba con desdén. Su mano izquierda se ha deslizado rauda bajo el mostrador a la búsqueda del botón de alarma mientras susurraba conteniendo una nueva arcada: “Panga, ese pescado maldito que viene de Vietnam”.

Claro, al escucharlo, otras señoras que guardaban cola, no la mía, la de la caja digo, han empezado a proferir sendas exclamaciones que oscilaban alternativamente entre el estupor y la nausea. De hecho, una de ellas, una del barrio que llevaba zumo de pera congelado, ha tenido que ser ayudada a salir a la calle porque le venía un desmayo.

Por fin han venido los de “Seguridad”, ataviados con máscaras antigás de importación soviética, y me han invitado a abandonar el recinto, no sin antes abonar gustoso mis filetes de panga. Para postre la cajera me ha despedido con gran descortesía lanzando un solemne escupitajo tras mis pasos.

No sé. Yo no sé que tiene de malo el panga este. A mí, que venga de Vietnam o de Andorra me trae sin cuidado. Tanto como si mi merluza viene de Australia o del Bajo Egipto. Es la globalización, no sé que esperábamos.

Además, suelo ir de compras como consumidor, no como sociólogo o economista, así que no miro la procedencia de los alimentos salvo que ponga específicamente en la etiqueta que vienen de un estercolero. Si me apetecen unas cigalas de 30 el kg. me las voy a comprar, una o dos unidades, pero me las voy a comprar sean de donde sean. Si me apetece panga, pues panga, venga de Vietnam o de Móstoles.

Comer tiene mucho de cultural, eso lo sabemos todos. Hay una frase que dice que “somos lo que comemos”, pero también es cierto que “comemos lo que somos”, y sobre todo; “comemos lo que queremos ser”. En este sistema económico que nos conduce, comer es un reflejo de nosotros mismos, pero sobre todo; lo es de lo que querríamos ser. Del mismo modo que en esta época de crisis se han vendido más “Ferraris” que nunca, pensamos que comprar panga, nos hace muy pobres. Nos hace miseria. Y eso nos resulta inasumible. Preferimos comprar ternera argentina a un precio por encima de lo razonable a comprarla de Girona, aunque nos cueste horrores que nuestro paladar distinga ninguna ventaja sobre su procedencia. Pero comer ternera argentina en periodo de crisis a un precio escandaloso nos sitúa al margen de toda crisis; “no me afecta la crisis, no hay crisis, la crisis sólo la sufre el vecino…” Y como comer es un acto social más allá también de la mesa, quien no compra ternera argentina, es un pobre fracasado que merece de nuestros esputos en la cola del súper.

Mi madre, por ejemplo, abomina de la “casquería” y asocia su consumo a ser muy pobre, muy pobre… más pobre que el más pobre de todo los pobres. Además siempre lo asocia a un determinado colectivo inmigrante, por lo que debería tenerlo fácil para hacer una lectura mucho más en clave cultural que no imbuida por sus prejuicios, pero no lo hace; piensa que comer los clásicos y deliciosos “menudillos” es de ser un miserable.

Pero es que además, lo más absurdo de esta especie de panga-gate, es que leo que la OMS ha dicho que no es aconsejable comer panga porque puede contener pesticidas. ¡¡La OMS!! ¡¡La que aun se está planteando si esto de la gripe A es una enfermedad o es un anacardo vestido de faralaes!! Mire, OMS, a mí que más me da si el panga este se desayuna pesticidas o cereales Kellogg’s. Del mismo modo que nadie me garantiza, en realidad, que las doradas y las lubinas del Delta del Ebro no se desayunen con filtrados de las refinerías de petróleo de Tarragona. ¿Quién me dice a mí que cuando cocino la flamante “Dorada a la Sal” no debiera añadirle un sufijo culinario del estilo “… a la gasolina súper de 90 octanos”? Por no entrar en otros productos; porque ¿en qué fruta o verdura recolectada aquí no tomamos nuestra ración diaria de pesticida?

En nuestra dieta alimenticia introducimos día a día nuestros prejuicios, nos dejamos llevar por las modas, y hacemos de la mesa un reflejo de nosotros mismos como sociedad. Y el Mercado, como institución, aprovecha para metérnosla doblada según soplan los vientos. Si esto es así, cabe plantearnos una nueva lectura económica de la denostación del panga: tal vez sea que en época de crisis no debamos comer productos importados porque lo que debemos hacer es estimular el mercado interior y pimplarnos nuestras propias doradas de refinería. Mucho menos, debemos dejarnos seducir por los atractivos productos importados de mercados emergentes… ¡con lo bien que estábamos sin ellos! ¡Imagínense, piensa la OMS y otras instituciones de iniciales indescifrables, si el panga se pone de moda! Lo mejor es decir que el panga come caca, siguen pensando, y que sigan sorbiendo caracoles o la cabeza de las gambas.

Y escribo esto yo, que soy un maniático de las marcas blancas. No puedo evitarlo; en igualdad de condiciones mi cerebro analiza dos productos pero mi mano escoge el de la marca más atractiva, y repele la marca blanca. Es que no faltan noticias de que las marcas blancas son la peste, aunque vaya; estas noticias siempre proceden de los mismos de siempre, de las otras marcas carísimas y de miles de colores. En fin, algún día les hablaré de esto.

viernes, 20 de agosto de 2010

Hasta pronto...




Bueno, pues uno que se va. De vacaciones, claro. Empieza un nuevo ciclo de devaneos por aeropuertos. ¿Reconocen la ciudad? A quien lo adivine le doy diez duros.

Besos, no sean malos en mi ausencia, y hasta pronto.

viernes, 13 de agosto de 2010

Padres/Hijos


Hace poco más de un año y medio, les contaba sobre las sensaciones de padres y madres cuando ven partir a sus hijos de colonias

Mi “retoño” está a punto de cumplir la maravillosa edad de 22 años, esto es decir que ya no es una niña que se va de colonias, es una mujer hecha y derecha que toma ya sus decisiones y saca billetes de avión cuando le place.

El hecho es que ayer mismo mi hija se fue de vacaciones a Sicilia con su novio. Como estoy de vacaciones, les acompañé al aeropuerto. Cuando me despedí de ellos y me metí de nuevo en el coche, sentí en mi garganta la misma desazón que cuando era una niña y se iba de colonias. Es más, entendí que durante todo el proceso anterior a su adiós, me había comportado como cuando ella tenía seis años; me preocupó que llegaran puntuales al aeropuerto, les pregunté diez veces si lo llevaban todo, me ocupé de “supervisar” toda la documentación que requerirían (por cierto; menos mal que lo hice), si habían activado la VISA, si su equipaje pesaba menos de diez kilos… y otras tantas cuestiones que ellos soportaron con elegancia y estoicismo. Tras esto, me puse a sufrir como un campeón hasta que pasada la media noche recibí un sms. que decía: “hemos llegado”.

Pero curiosamente, fueron ellos quienes marcaron una diferencia. Eran las 14:00 horas del jueves. Yo aun no había comido, así que al despedirse, mi hija me dijo: “Y ahora vete a comer”.

Esa frase fue clave para entender que mi hija ya no tenía seis años. Bueno, yo ya lo sabía, quiero decir que entendí que ya era el momento para que me relajara y confiara en sus actos. Quiero decir que, como a todos los hijos-as nos pasa, llega un momento en la vida en la que sentimos que de los padres y de las madres también hay que ocuparse. Que también necesitan de nuestra protección, vaya. Es cuando los hijos nos persiguen para que estemos bien, cuando nos preguntan si hemos comido o si nos acostamos muy tarde, cuando nos dicen que tenemos que aprovechar para ir al gimnasio…

Puede que en mi caso no me haya pasado tanto; mi madre es bastante autosuficiente (o quizá es que aun la siento como a una “súperwoman”), y mi padre sólo se necesita a sí mismo… bueno, y a un ejercito de esclavos. Pero lo que sí me parece cierto es que llega un momento en el que el juego de protecciones llega a ser mutuo entre padres e hijos.

Supongo que todo esto debe de tener algo de adaptativo. Como hijos, necesitamos ir marcando un orden que asiente un futuro en el que en lugar de protegernos, tendrán que obedecernos. Como padres, aflojamos y atendemos sus preocupaciones porque sabemos que sólo escuchándoles se mantendrán a nuestro lado. Es ese aspecto circular de la vida que tanto nos cuentan en la que los padres y las madres acabamos yendo en dirección a un estado que tampoco se diferencia tanto de la infancia.

Lo malo es que mañana, ese juego en equilibrio de protecciones que más o menos hoy me gratifica, llegue el momento en el que pierda toda su inocencia. Será cuando, ya muy longevo, me vuelva una plasta insoportable, que ya no pueda protegerme ni de mis propios pedos. Cuando veo a abuelos que se vuelven insoportables, yo siempre le digo a mi hija, aparentemente en broma, que si yo me vuelvo así algún día, no se lo piense ni medio minuto. Que no permita que le joda la vida, que me acople a un asilo (ahora les llamamos de otro modo pero viene a ser lo mismo), en la otra punta del mundo si puede ser. Ella se horroriza un poco cuando se lo digo. También me dice que llegada la hora no lo veré con la misma claridad que ahora. Aun así, yo se lo digo.

martes, 27 de julio de 2010

La mezquita de Lleida




Estos días he estado un poco pendiente del caso de la mezquita de Lleida. Por un lado, están unos señores que cuadruplican la capacidad límite de un local donde se reúnen para rezar; por el otro, el alcalde de LLeida que les dice que se siente, pero que eso no puede ser. Por un lado, los señores aquellos que le dicen al alcalde que entonces les construya más mezquitas; por el otro, el alcalde de Lleida que les contesta que naranjas de la China. Que a orar en la intimidad que es lo que él hace.

Bueno, qué quieren que les diga, pienso que en este país, incluso en esa ciudad, se han hecho barbaridades más gordas que no construir unas mezquitas a un puñado de musulmanes. De hecho, pienso que el aeropuerto d’Alguaire era totalmente innecesario para una ciudad como Lleida, cuyo desarrollo no depende de ningún aeropuerto, pero vaya, bienvenido sea.

Podemos decirles que en este país los dogmas cristianos nos permiten llevar nuestra religiosidad en privado. Podemos añadir en voz más baja que también en lugares públicos, envueltos en tenebrosidad e imágenes dolientes, incluso que, como fruto del desarrollo histórico del cristianismo, que nos sobran lugares de culto como para dar y vender. Tal vez, si musulmanes no se horrorizan demasiado, podríamos compartir el uso de nuestros cristianos e infrautilizados lugares de culto. Pero esperar que los musulmanes se midan según nuestros patrones culturales, es una barbaridad.

Que las comunidades de musulmanes en España son refractarias al cambio puede que sean una evidencia. Este hecho puede justificarse por la mera razón de que se sienten en esta sociedad de paso y no sienten la necesidad de hibridarse. Argüir que ellos están de paso y que nuestras administraciones no pueden invertir en unas infraestructuras que pueden quedar fácilmente en desuso, me parece mucho más inteligente.

Sin duda que al responder nosotros como lo ha hecho el alcalde de Lleida, además en tanto que sociedad de acogida que hemos reproducido la edad media a partir de ensañamiento laboral con estas comunidades, mantenemos análogos patrones refractarios. Y desde luego, abrimos la puerta del conflicto.

Otra cosa es que nos repatee el hígado esa refracción cultural. Todos hemos oído alguna vez que después nosotros vamos a Marruecos y tenemos que ponernos el burka. También olvidamos fácilmente que en muchos de nuestros renombrados templos tenemos que cubrirnos los hombros o las piernas o Dios nos lanzará un rayo fulminante, lo cual, desde el punto de vista estrictamente religioso me parece una tomadura de pelo. De hecho, recientemente he leído que una moza evangelista ha sido expulsada de Marruecos por proselitista y por suponer un peligro público. En esto no voy a ponerme de parte de nadie, porque de todos es bien sabida la pesadez de algunos devotos que van con la revistita en la mano atacando ancianitas. Así que pongo un poco en duda si la chica hacía proselitismo o no. En todo caso, eso pasa allí, no aquí, por lo que pienso que requiere planteamientos diferentes y la búsqueda de soluciones diferentes.

Si lo que nos molesta son sus patrones culturales tenemos dos opciones; o los echamos, o adoptamos actitudes pedagógicas que ayuden a estas comunidades a superar sus tabúes. Insistamos en que cubrir el rostro de sus mujeres es despreciar su dignidad. Exijamos a nuestras instituciones que informen hasta la nausea a los recién llegados que la opresión que ejercen sobre sus mujeres es indigna. No son bárbaros, son personas abducidas por tradiciones que ni siquiera saben que se pueden saltar sin que pase nada. ¡¡Cuantos siglos nos ha costado a nosotros pasarnos por el arco del triunfo los miles de tabúes que nos han inculcado en nombre de Dios, de la Santísima Trinidad, y de la Sagrada Familia!!

Tampoco les digamos que es porque a nosotros nos duelen los ojos al verlas cubiertas en su belleza, sino expliquémosles que es porque a ellos les denigra como seres humanos. No a través de leyes que prohíben, muy de moda en nuestra cínica sociedad, por cierto, sino a través de programas pedagógicos que faciliten la inserción de la mujer musulmana en la vida social del país de acogida. Pero el “rebote” que nos pilla a todos cuando vemos a una señora con burka, o a un señor que se lava los pies en una fuente pública, lugar que parece ser que tenemos que reservar para que beban agüita nuestros perritos, no tiene nada que ver con la forma en la que estas comunidades necesitan ejercer su religiosidad. Esto es mezclar las cosas e ir de boca al conflicto.

Si quieren mezquitas, que se les faciliten mezquitas. A la vez, exijámosles respuestas, conductas, hábitos… un ejercicio de cultura a caballo entre dos sociedades donde también nosotros tenemos que subirnos. No queramos ser muy estupendas y globalizadas para unas cosas, y olvidar que el mundo es de todos.

Algo se está haciendo en este sentido a través de los programas de acogida de la Generalitat de Catalunya, pero es poco. Probablemente porque no hay suficiente dinero. Para poner en marcha proyectos ambiciosos se necesita capital. ¡Qué se yo! ¿El equivalente a un trocito del aeropuerto de l’Alguaire?

Después, sólo después de que nosotros hayamos dado el do de pecho en esta sociedad en un mundo globalizado, podremos decidir qué más hacer. Ya veremos entonces si nos colgamos o no letreritos por todas partes, como hacen los australianos, donde se diga “Si no nos quieres, lárgate”. De eso ya tendremos tiempo.

domingo, 11 de julio de 2010

La mani del 10-J




Ayer 10 de julio, estuve en la manifestación de la que se ha hecho eco medio mundo, no sólo por su gran asistencia sino por el motivo en sí por la que los catalanes salimos tan enfadados a la calle.
Si hay algo que esta manifestación puso de relieve, por fin, es que el nacionalismo catalán, el independentismo oí yo en una emisora de radio, había salido del armario. Aun entendiendo que el nacionalismo catalán y el independentismo son conceptos diferentes, sí que creo que en cualquier caso el segundo se nutre del primero. Es por esta razón que he afirmado que el nacionalismo salió del armario.
En todo caso, lo que me interesa es resaltar la importancia de esa “salida”. En primer lugar porque pienso que la manifestación del 10-J ha puesto en evidencia que, si bien quizá los nacionalistas catalanes no seamos mayoritarios, lo cual, por cierto, está mucho por ver, no somos cuatro “pajilleros” mentales que merecemos ser mirados con sonrisa bobalicona cuando expresamos que nos sentimos una nación.
Pero en segundo lugar, también creo que ha puesto de manifiesto que las furias del PP contra todo lo catalán, ha sido lo que ha alimentado, hasta la exacerbación absoluta, ese sentimiento nacionalista que ha acabado por nutrir el independentismo que tanto les molesta. Lo cual no deja de ser una imagen más de la coherencia y del nivelazo político del PP.
Una tercera consideración es que aquellos que más se dejan oír estos días, los de la “roja”, los de la bandera y el torito (menuda manera de respetar una bandera, con las barbaridades en forma de superposiciones que se han visto estos días), tampoco son una mayoría, y en las urnas, en un posible referéndum, lo tendrían que luchar bastante.

En todo caso, la nota humorística de la manifestación, no sólo la ha puesto Rajoy acusando a Zapatero de ser él el instigador de esta situación. Él, Rajoy, que recogió firmas por toda su España para poder llevar el Estatut al asilo del Constitucional. La más graciosa ha sido la Sánchez Camacho afirmando intacta que el millón y medio de asistentes a la manifestación de ayer, no son representativos de la totalidad de habitantes de Catalunya.
¡Claro que no querida! ¿Quién lo ha dicho? ¡Faltaban los 300.000 votantes del PP en Catalunya! ¿Qué son 1.500.000 de personas (el 50 % de los votos emitidos en las autonómicas de 2006) sin los votantes del PP?

Sandeces a parte, parece claro que las aguas no están tan tranquilas en Catalunya. Parece claro que esa masa de descontento que durante años ha aguantado carretadas de mierda ya se ha cansado. Y parece claro también que la pelota la tienen los políticos catalanes en su campo. A ver ahora que hacen.

Por cierto, me acabo de enterar de que el Barça acaba de ganar el mundial de fútbol. Felicitats campions!