jueves, 7 de mayo de 2009

Mi vida en Terodáctila



Todo el mundo cometemos errores. Sin embargo hay personas que parecemos predeterminados a “meterla” con cierta continuidad. Lo hacemos arte, de manera irrevocable, con contundencia, irremisiblemente... A poder ser con espectacularidad, con chulería y con determinación. Porque si de meter la pata se trata: se mete de verdad.

Hace unos años cometí uno de esos grandes errores que guían mi vida cual estrella polar en plena travesía oceánica. Por suerte, de los errores garrafales también aprende uno, así que años más tarde, ante una nueva decisión de las de trascendencia máxima, pues he recordado mi tendencia natural a cagarla en solitario, y en el último momento opté por “rajarme” como una sandía. De esto último no voy a hacer más mención que esta que ha sido. Simplemente me congratulo alborozado al pensar que en algo he aprendido la lección.

Hasta hace unos años, estuve viviendo ocho en un pueblo del extraradio terodactilonés . No se estaba mal, pero a veces me sentía tan atado a Terodáctila que un día decidí hacer las maletas y mudarme a esta gran urbe. No lo pude hacer peor. Me equivoqué. La cagué hasta el punto de que sólo ahora me atrevo a reconocer que volver a Terodáctila ha sido el mayor error de mi vida. Con diferencia a otros, por cierto.

No sé que es lo que esperaba encontrarme en esta ciudad, a estas alturas no lo sé muy bien. Pero maldigo mi ingenuidad porque ahora todo me decepciona. Terodáctila me supera.

Y como siempre decimos; cuando las cosas van mal siempre son susceptibles de ir a peor. Así que por si tras una noche de alcohol se me ocurriera enmendar tal error, recién llegado, los precios de los pisos en Terodáctila empezaron a bajar y a bajar… no fuera el caso que me pudiera escapar de la ratonera.

Terodáctila es una ciudad bonita; con sus calles, sus placitas, sus trileros, y sus zonas azules. Sin embargo sólo es una ciudad. Mi problema con Terodáctila es todo el valor simbólico que yo mismo le atribuí desde fuera. Ahí me las he dado de narices. Terodáctila no es tan “bella” como desde fuera yo me la imaginaba. Es fría, demasiado individualista, en extremo interesada. Es falsa, oportunista, y me quema. Además, tiene el enorme privilegio de hacerme sentir solo. Mi amor por Terodáctila fue platónico, cierto, tanto que cuando fui a besarla me di cuenta de que tenía bigotes con puntas de alfiler.

La Terodáctila de mi mundo simbólico me ha decepcionado con tanta intensidad que deseo con fuerzas volver a largarme de aquí. Alejarme de ella, quizá para seguir vinculado a sus servicios, no lo niego, pero tú en tu casa y yo en la mía, como en los mejores amores.

1 comentario:

  1. Los errores enmendables no deben suponer ningún arrepentimiento. Solo son eso, un error. Siempre estas a tiempo de huir de Terodáctila.
    Terodáctila solo es una urbe más, una gran puta que se ha prostituido a la plata de los de fuera. Se ha hecho unos retoques plásticos de silicona hormigonizada, olvidando que parte de las arrugas que se ha quitado eran bellas, vendiendo sus encantos a los extranjeros; los cuales, la ven como una gran ciudad llena de lugares que visitar por precios que para sus moradores son casi prohibitivos. Ha conseguido compartir, e incluso eclipsar a otras compañeras costeras de renombrada mala reputación, todo lo contrario de lo que sus iluminados dirigentes nos quieren vender.
    Quizás no apreciaste en su momento que no eres tan urbanita como creías serlo. O que en lo personal era una apuesta lógica, pero la vida sigue y las cosas cambian y el motivo de tu traslado había caducado en el tiempo.
    Para mi, Terodáctila solo es un conglomerado de servicios a los que recurro de vez en cuando. La veo como un lugar hostil para los que vivimos fuera de ella. Una gran máquina recaudatoria. Ha perdido muchos de sus rincones que para mi eran mágicos y aun está en proceso de perder muchos más. Y hablo desde el punto de vista de quien ha sido su hijo durante veintiséis años.
    Mira el lado positivo. La cercanía al lugar en el cual alcanzaras una de tu metas. Cuando se realice siempre estarás a tiempo de abandonarla.

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