Me despierto a las 7 con un humor de perros. Suena mi "celular" a lo lejos, no me va a dar tiempo a cogerlo. No pienso levantarme y me empieza ya a doler la cabeza... Tras un breve silencio oigo el molesto pitido indicador de que tengo un mensaje. La mala leche ya no es incipiente sino que avanza a pasos agigantados, me levanto, llego al maldito aparato y veo en pantalla un número que no reconozco: ?¿?¿?

Alguien a quien no he visto en mi vida me escribe: “Buenos días preciosa, que tengas un feliz día. Te quiere de corazón tu príncipe” Aún con el teléfono en las manos no sé bien qué hacer…. Quiero que esas palabras sen para mí, pero sé de sobras que se las he robado a otra, mejor se las he tomado prestadas y decido que me las quedo toda la mañana
Por un momento pienso: “a lo mejor no es un error y de verdad de la buena que hay alguien sobre la faz de la tierra que siente esas cursiladas por mí y me ha mandado un mensaje para decírmelo”.
Sin tomar ninguna decisión por el momento, me dispongo a desayunar y vestirme, tengo que marchar al trabajo y centrarme en mis asuntos. Paso toda la mañana debatiéndome entre decir algo o callar… aplazo el momento porque sé que mientras no reaccione esas palabras me pertenecen completamente y alguien me ha llamado preciosa y me ha deseado un feliz día, por lo tanto decido postergar el momento y lo disfruto.
Sin tomar ninguna decisión por el momento, me dispongo a desayunar y vestirme, tengo que marchar al trabajo y centrarme en mis asuntos. Paso toda la mañana debatiéndome entre decir algo o callar… aplazo el momento porque sé que mientras no reaccione esas palabras me pertenecen completamente y alguien me ha llamado preciosa y me ha deseado un feliz día, por lo tanto decido postergar el momento y lo disfruto.
A la hora de comer me decido finalmente a devolver lo que no me pertenece, voy a escribirle un mensaje y a decirle a este misterioso enamorado que se ha equivocado y que debe mandar el mensaje a su auténtica destinataria porque lo tengo yo y no ella…
Me cuesta pero, lo hago y…el dulce amante me contesta de nuevo con gran amabilidad; tanta que me deja de nuevo patidifusa, destrozada y casi enamorada locamente. Por un instante me dan ganas de llamarle enloquecida de amor y decirle que nos larguemos y que somos el uno para el otro porque la verdad es que “me ha hecho tan feliz como hacía tiempo no lo era y…”. Recobro la cordura, regreso al aburrimiento de la sensatez y le contesto agradecida que no pasa nada y para terminar le deseo de todo corazón que la vida le trate bien.
Se acabó, sólo eran unas cuantas palabras, tomo mi teléfono y acepto la opción: eliminar todos los mensajes entrantes. Al fin y al cabo ni le conozco, puede ser horroroso, un maltratador, alguien deleznable, despreciable, monstruoso y sólo han sido unas palabras que ni siquiera eran para mi; unas palabras que ahora ya no están; sólo son unas palabras ausentes. Sí, seguro que ese tío no es lo que parece, seguro que incluso le huele mal el aliento, seguro que es mucho más joven o mucho más viejo que yo, seguro que es … me voy a la cama tras matar su fantasma, no le dejaré ni entrar en mis sueños.