De la misma manera que a cualquier hora del día suena el teléfono y alguien te ofrece los servicios de la compañía de telefonía de turno, ahora se ha puesto de moda el acoso directo en algunos establecimientos.
Por cierto, os cuento que mi táctica frente a las llamadas telefónicas que me ofrecen la conexión a internet, más llamadas, más una paella valenciana y dos consumiciones en bar "pepito", por un precio irrisorio, es escucharlos pacientemente hasta el final. Si, les escucho con paciencia, se animan y barruntan su discurso plúmbeo e insufrible hasta el ahogo, y tras esto les digo que no me interesa y cuelgo. Esto es porque por un lado, me enerva que estorben mi paz, por no hablar de que podrían estar interrumpiéndome en pleno proceso de reconstrucción de un acueducto romano, y tener que dejarlo a medias por bobadas. Pero por el otro, entiendo que la persona que me está metiendo un rollo de bostezo, sólo intenta ganarse la vida. Así que nada, a aguantar el sermón hasta el final, y a colgar luego.
Pero ahora se ha puesto de moda la señorita desmuslada que te ofrece sus productos en un establecimiento, no en una gran superficie y que te ofrece queso, en un estanco, por ejemplo. Hace unos días entré en un estanco, pedí tabaco, y una de estas señoritas me preguntó con gracejo y originalidad: ¿Fumas?
- No - debería de haberle contestado yo - suelo entrar en los estancos y pido tabaco para comprobar si esto del cambio climático es cierto. Una respuesta estúpida a una pregunta boba. Pero es que a pesar de mi indiferencia, la señorita de muslos prietos y pechos turgentes empezó a soltar un rollo tan indigestible que casi me desmayo ante ella.
Ella seguía dale que te pego con su historia; que si fumar es buenísimo, que toma huélelo, que si el tabaco digo so guarro...
Agobiado salí del estanco con paso firme, y a cincuenta metros aun la oía como me seguía retorciendo sus tacones de aguja del 15 mientras insistía en: que si fumar es una delicia que te cagas, que si estamos de promoción, que si no corras tanto demonio...
Llegué a la Universidad, me metí en el aula creyéndome a salvo, pero la señorita de labios ardientes golpeaba con los nudillos el cristal de la puerta mientras en sus labios podía leer: que si es muy triste pedir pero más triste es robar, que si palmero sube a la palma y dile a la palmerita...
Por suerte la chica se aburrió y se piró por donde vino, pero no me diréis que no es esto una verdadera cruz. ¡Ya está bien! ¿no?
No hace mucho también tuve que mandar a hacer gárgaras a una importante, digamos, entidad financiera que me ofrecía cientos de tarjetas y servicios bancarios a cuatro pesetas. Les dije que del mismo modo que cuando quiera pan, bajaré a la panadería a comprar pan, cuando quiera los servicios de un usurero, iré a verles.
Bueno, eso es todo.
Orgásmico y enfervorizante texto... he sentido los pechos y muslos de la susodicha azafata rodeándome tod el cuerpote mío en pos de mi monedero paupérrimo...Ha sido fantástico recobrar ese sentir descandado y punzante de la lasaña en la linea supersalva Bieeeeeeeeeeeeeen! Bienvenido a ti mismo!
ResponderEliminarYo ya he perdido esa paciencia, simplemente digo rapidamente, no y cuelgo. A la teleoperadora ya le debe constar una llamada más realizada y no le tengo que aguantar el toston.
ResponderEliminarPero. ¿Y que me decís de los salvadores de almas que llaman a tu puerta, o te paran directamente por la calle? Si existe, mi alma es mia, y nadie tiene que molestarme para salvarla, ya me cuidaré de ella si quiero. A alguno le he contestado "llegas tarde, ya la tengo vendida".
sí, sí, los que llaman a la puerta!!! Un amigo dejó entrar a mi casa a dos feligresas convertidoras de los testigos de ... yo estuve recibiendo luego su visita durante muuuchos días, hasta que uno de ellos me pillaron con una cuerda en la mano -iba yo a reparar el tendedero- y ellas con gran amabilidad martillearon mi cabeza de nuevo diciendo: -Quizás estabas ocupada! a lo que yo contesté sin piedad: -Sí, me iba a colgar, gracias... No volvieron nunca más.
ResponderEliminarBuena salida sí señora: "-Sí, me iba a colgar, gracias... No volvieron nunca más". ¡Magistral!
ResponderEliminarEl otro día entré en una gran superficie a comprar y me encontré que en el estanco había una de esas chicas desmusladas. No reparó en mi presencia, pues era hora de la merienda y deglutía con devoción un bocadillo de chorizo, mientras mantenía una animada charla con una de las dependientas. Tan solo oí de la conversación “yo fumo tabaco y de los “otros”. De los otros no acierto a saber en que termino colocarlo. Mientras tanto me atendía una chica que no era alta, con algún kilillo de más, tampoco especialmente bella, pero con una sonrisa y una dulzura en el trato que me dejó embelesado. De haber ido a comisión, probablemente habría salido con diez cartones de tabaco, dieciocho mecheros y una caja de puros que no fumo. Pero se limitó a ayudarme en mi compra. Dos paquetes de tabaco. Me llamó la atención un mechero tipo martillo de gasolina, le pregunté si era austriaco y le pedí que me dejase mirar en la parte posterior donde está grabado el nombre de la marca. No sé para qué, sin mis gafas de leer no veo ni torta. Ella al advertir mi dificultad lo miró por mi. Y se sorprendió “¡Oh, si! Pone Viena, Austria”. Me miró con sorpresa ante mi sapiencia sobre el adminiculo y aun me encandiló más. Por ello, de haber ido a comisión habría salido de allí con otros diez cartones de tabaco, cerillas para un año y un par de cortadores de puros que no utilizo. Me ofreció llenarlo de gasolina y acepté, me lo entregó con una sonrisa, le di las gracias y ella se despidió con un correcto "A usted"
ResponderEliminarPor ello, valoro más esas mujeres dulces y de cálido trato, que no destacan entre la multitud, que las de tipo devora hombres estándar que suelen contratar para las campañas de publicidad, creyendo que poner una cara bonita y un cuerpo escultural ya vende el producto. Dejando a discreción de la contratada el grado de pesadez.
Pale, vamos a tener que contratarte...Estilo fluído, contenido impecable....uummm. Sí señor! Esas azafatas muslonas no tienen nada que hacer al lado de la jovenzuela de tu relato, nada, nada, nada
ResponderEliminarGracias Montse por tus elogios a mi comentario. Pero soy un tipo perezoso y que más allá de las dos lineas no soy capaz de escribir algo coherente. De lo contrario, daría rienda suelta a todas las ideas que surgen, navegan y se olvidan dentro de mi cabeza.
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