Déjenme que les cuente algo muy deprimente. Hace un par de meses que se me estropeó el portátil; herramienta con la que hago mis trabajos de la Facultad con extraordinaria comodidad, a la vez que me permite gozar de la movilidad que te ofrecen estos instrumentos, y no trabajar anquilosado en rincones sin luz. Me gasté una pasta en arreglarlo.
Pues el pasado jueves por la noche se murió de nuevo, creo que supurando por la misma herida. He pesado que ya no lo arreglo más. ¿Para qué? ¿Para darle el gustazo de estropearse de nuevo?
El hecho es que en su disco duro se me quedó medio trabajo que tenía que presentar al siguiente lunes. Hube de sudar aceite de ricino para poder recuperarlo y poder continuar tecleando en el incómodo PC de sobremesa.
El sábado por la mañana me levanté temprano para seguir con mi trabajo; teclea, que teclea, teclea que teclearás. Comí, y continué toda la tarde tecleando desenfrenado hasta cerca de las 22:00. Cené. Me acosté. Dormí. Madrugué. Y al encender el PC por la mañana, todo se había ido a la mierda. No sé que pasó. Estoy convencido de que iba guardando puntualmente los cambios, tanto en el disco duro como en el pen-drive, sin embargo; por alguna mágica razón, el domingo por la mañana tuve que volver a empezar desde 4 , tras haberse volatilizado todo el trabajo de un sábado agotador.
Y esto sólo es la anécdota. Desde 2005, año de mi glorioso regreso a Tero, el registro de averías en mi casa es el siguiente:
- Óbito de mi viejo video. Lo cambio por nuevo lector DVD. ¡No lo iba a arreglar!
- Óbito extractor de humos (¿Gases?) del WC. No reparado.
- Obstrucción de la bomba de la lavadora con moneda 5 cts. Se repara. ¡Qué remedio!
- Fuga agua en calentador de ídem. Se repara. Era nuevo de trinca.
- Óbito lavavajillas. No se repara.
- Óbito 1 ordenador portátil. Se repara
- Óbito 2 ordenador portátil. No se repara ¿Para qué?
- Óbito de mi reloj de pulsera. Irreparable. Me compro uno nuevo
- Avería TV. Cambio pantalla LCD y tal.
En fin, si cuentan bien, sale a una avería cada 5 meses, lo cual me parece incendiario. Habría que añadir a esta lista aquello que muchas veces les cuento de que llego a casa y la campana extractora de humos de la cocina está en marcha, succionando vacío supongo. O que en cuatro años debo de haber cambiado las lámparas de la cocina, esas que cuestan 7 € cada una, pues calculo que unas 10 o 12 veces.
¿Se imaginan lo incómodo que es no tocar nada por miedo a que se estropee o fenezca?
Todo esto debe de querer decir algo. Es más, creo que mi indignación me indica que no voy a entender que alguien me diga que estas cosas no pasan. ¡Pasan! ¡Me están pasando hasta el asco! Continúo.
No sé como se explica todo esto. La verdad no lo sé. Quizá sean campos magnéticos, un mal de ojo, magia negra, vudú, una acumulación de energía negativa, espíritus malignos, espíritus burlones, un duendecillo que me putea, un castigo divino… no lo sé. Pero estoy tan cansado… y tan desmotivado con mi propia casa, que no sé como afrontarlo.
Se reirán, pero después de cuatro años, aun tengo las lámparas del techo por poner y cuadros por colgar por miedo a tocar nada. ¡¡¡Cómo me acerco yo con un taladro a las paredes de mi casa!!! ¿¿¿Para qué el edificio se desmorone entero???
No sé muy bien qué hacer. Vivo al día y me concedo pocos caprichos. ¡Ya quisiera yo poder ir a la última en todo! Pero mi salario tiene un límite y este no puede absorber extraordinarios en averías con la frecuencia con la que se presentan en mi casa. Así que dejo que las cosas se mueran porque ante todas las muertes que segurísimo que se me avecinan, debo reservarme para óbitos mayores, a saber; la trilogía lavadora, nevera, TV.
Estoy desanimado. Seguro que todo esto quiere decir algo. Ok, no voy a decir que sea necesariamente un “algo” sobrenatural… o infranatural. Pero algún sentido tiene. Lo que no sé es qué.