lunes, 23 de noviembre de 2009

Averías hasta el amanecer


Déjenme que les cuente algo muy deprimente. Hace un par de meses que se me estropeó el portátil; herramienta con la que hago mis trabajos de la Facultad con extraordinaria comodidad, a la vez que me permite gozar de la movilidad que te ofrecen estos instrumentos, y no trabajar anquilosado en rincones sin luz. Me gasté una pasta en arreglarlo.
Pues el pasado jueves por la noche se murió de nuevo, creo que supurando por la misma herida. He pesado que ya no lo arreglo más. ¿Para qué? ¿Para darle el gustazo de estropearse de nuevo?
El hecho es que en su disco duro se me quedó medio trabajo que tenía que presentar al siguiente lunes. Hube de sudar aceite de ricino para poder recuperarlo y poder continuar tecleando en el incómodo PC de sobremesa.
El sábado por la mañana me levanté temprano para seguir con mi trabajo; teclea, que teclea, teclea que teclearás. Comí, y continué toda la tarde tecleando desenfrenado hasta cerca de las 22:00. Cené. Me acosté. Dormí. Madrugué. Y al encender el PC por la mañana, todo se había ido a la mierda. No sé que pasó. Estoy convencido de que iba guardando puntualmente los cambios, tanto en el disco duro como en el pen-drive, sin embargo; por alguna mágica razón, el domingo por la mañana tuve que volver a empezar desde 4 , tras haberse volatilizado todo el trabajo de un sábado agotador.

Y esto sólo es la anécdota. Desde 2005, año de mi glorioso regreso a Tero, el registro de averías en mi casa es el siguiente:

- Óbito de mi viejo video. Lo cambio por nuevo lector DVD. ¡No lo iba a arreglar!
- Óbito extractor de humos (¿Gases?) del WC. No reparado.
- Obstrucción de la bomba de la lavadora con moneda 5 cts. Se repara. ¡Qué remedio!
- Fuga agua en calentador de ídem. Se repara. Era nuevo de trinca.
- Óbito lavavajillas. No se repara.
- Óbito 1 ordenador portátil. Se repara
- Óbito 2 ordenador portátil. No se repara ¿Para qué?
- Óbito de mi reloj de pulsera. Irreparable. Me compro uno nuevo
- Avería TV. Cambio pantalla LCD y tal.

En fin, si cuentan bien, sale a una avería cada 5 meses, lo cual me parece incendiario. Habría que añadir a esta lista aquello que muchas veces les cuento de que llego a casa y la campana extractora de humos de la cocina está en marcha, succionando vacío supongo. O que en cuatro años debo de haber cambiado las lámparas de la cocina, esas que cuestan 7 € cada una, pues calculo que unas 10 o 12 veces.

¿Se imaginan lo incómodo que es no tocar nada por miedo a que se estropee o fenezca?

Todo esto debe de querer decir algo. Es más, creo que mi indignación me indica que no voy a entender que alguien me diga que estas cosas no pasan. ¡Pasan! ¡Me están pasando hasta el asco! Continúo.

No sé como se explica todo esto. La verdad no lo sé. Quizá sean campos magnéticos, un mal de ojo, magia negra, vudú, una acumulación de energía negativa, espíritus malignos, espíritus burlones, un duendecillo que me putea, un castigo divino… no lo sé. Pero estoy tan cansado… y tan desmotivado con mi propia casa, que no sé como afrontarlo.

Se reirán, pero después de cuatro años, aun tengo las lámparas del techo por poner y cuadros por colgar por miedo a tocar nada. ¡¡¡Cómo me acerco yo con un taladro a las paredes de mi casa!!! ¿¿¿Para qué el edificio se desmorone entero???
No sé muy bien qué hacer. Vivo al día y me concedo pocos caprichos. ¡Ya quisiera yo poder ir a la última en todo! Pero mi salario tiene un límite y este no puede absorber extraordinarios en averías con la frecuencia con la que se presentan en mi casa. Así que dejo que las cosas se mueran porque ante todas las muertes que segurísimo que se me avecinan, debo reservarme para óbitos mayores, a saber; la trilogía lavadora, nevera, TV.

Estoy desanimado. Seguro que todo esto quiere decir algo. Ok, no voy a decir que sea necesariamente un “algo” sobrenatural… o infranatural. Pero algún sentido tiene. Lo que no sé es qué.

martes, 17 de noviembre de 2009

Con prisas


A veces tengo prisa y voy corriendo a todas partes y entro, y salgo y ... parece que hago muchas cosas porque me muevo deprisa y me agito entre las sombras y me pregunto si de verdad estoy haciendo tantas cosas como creo que hago o sólo repaso mi propia urgencia para salir disparada de mi misma y no encontrarme con lo que no me gusta de mi ser.
Indignada y enfadada por haber sido el blanco de una injusticia que en palabras de aquel que haya lanzado el dardo debe de llamarse normalidad o naturalidad o habitualidad o "es lo que hay, la vida es así no la he inventado YO. Y le daremos la culpa sin lugar a dudas a Sandro Giacobbe, por hortera, por antiguo y porque no puede contestar.

En resumen, ¿Por qué corro tanto si no me muevo del sitio?




sábado, 7 de noviembre de 2009

Valorando a un mito

Estos días he estado trabajando sobre la vida y milagros de Lluís Companys a propósito de un trabajo encargado por la Facultad de Història. Lo digo así, con cierta petulancia y al borde de lo incierto, puesto que estos trabajos, el mío y el de cada unos de mis compañeros de aula, servirán para dar cuerpo a una web que trabaja sobre catalanes que tuvieron que poner los pies en polvorosa a otros confines del mundo a la llegada, del muy añorado para algún que otro ignorante, franquismo. Ignorantes, permítanme la licencia, que ni por asomo saben lo que es esto del franquismo, pero que debe de quedar muy cool, en contestación reaccionaria con esto que llamamos presente.

Pero no pretendía, esta vez, hablar de ignorantes. Tampoco les voy a incitar ahora a un “control-alt-suprimir” cascando de Companys porque para eso ya estará esta web. Sin embargo, quiero destacar una imagen.

De lo mucho que he visionado y leído, quiero destacar unas humildes imágenes de archivo en las que aparece el President carraspeando. Obviamente en un segundo plano mientras otro suelta una perorata. Pero no carraspeando de “tengo una flemilla y tal”, sino arrancándose verdaderamente por soleares, estrujándose el alma como quien se sienta sobre un globo lleno de agua, rebianándose desde sí mismo en una clamorosa erupción volcánica. No lo citan las fuentes, mejor dicho; no lo he visto, pero convencido estoy que Companys era un fumador de esos que dejan huella.

Es el héroe-humano que se me antoja era esta figura. Es la figura del luchador que se hace hombre más allá del trato que muchas veces desde la Historia damos a las personas que dieron su vida por su sentir. Por su querer, por su amor a lo que consideraban de justicia. Es ver a través de un cristal traslucido, por fin, un ser humano como yo, lo cual me da alas a mí. A un “mi” genérico que muchos llevamos dentro, o quizá todos, aunque siempre orientado a una forma variada de entender tu presente.

A esa fuerza, en términos de Física les hablo, que uno contrae porque siempre hay cosas más prácticas por las que cree que ha de luchar.

La visión de Lluís Companys desfigurando su rostro de bella persona porque sus pulmones estaban sucios, me ha acercado al mito. A un mito que puedo tocar y sentir que desprende calor. A un calor que yo mismo desprendo y que me acerca fiel a mis sentimientos, porque son sentimientos al fin y al cabo, de cómo debería de funcionar este mundo que se derrite.

Por suerte, el mundo ha cambiado y en un entorno democrático, repito por si alguien no lo ha captado; en un entorno democrático, se puede luchar sin temor a que te fusilen como a un puto perro. Y le entran a uno ganas de luchar cuando se acerca un poco más al pasado, dando un paso más allá del amor ciego por una figura que alguien, alguna vez te dijo que era bueno.

Este es el mensaje que quisiera transmitir a los que hace unas líneas llamé ignorantes; acérquense a su pasado de forma objetiva. No a través del relato de devotos que creen que la historia es religión, no a través del sentimiento triste de padres que tuvieron que coger aquellos trenes. Acérquense de manera crítica porque la historia no “es la que es” y punto pelota. La historia se puede criticar, nunca cambiar, pero sí criticar hasta la nausea. Y sólo cuando uno llega a este estado de crítica de lo “evangelizado”, podrá sentir por sí mismo la manera en la que debe afrontar su presente.