miércoles, 13 de mayo de 2009

No a los Bollos indiscriminados y facedores de falsos placeres



Pues bien, como te iba diciendo ... estoy nerviosa como yo sola, verás: ya sabrás querido mío que hace tres meses que no fumo, y digo ya sabrás porque te lo comenté extensamente. Bien, ya que no me lo preguntas, te diré que ha sido duro y hecho a pelo (sin parches ni chicles de metadona.. ¡ay perdón! de nicotina quería yo decir, ¿en qué estaré yo pensando?)
Pues nada, que me lo he currado todo yo sola, a golpe de bollo y madalena. He caido voluntariamente y a conciencia en todas las tentaciones publicitarias imaginables, me he esforzado por desayunar varias veces al día, he sudado cada cucharada de guiso excelentemente condimentado y he rebañado todos mis platos con delectación hasta que... ha llegado el calor y he intentado enfundarme -mejor diría incrustarme- en uno de los pantalones de primavera de la talla que, por lo visto, ya no uso y además, esta misma tarde, se me ha ocurrido ir a pesarme a la farmacia y... te relato brevemente:
Entré en el establecimiento con paso firme y decidido, como quien finge indiferencia por su destino, puse los veinte céntimos en la ranura, me puse tiesa, metí la barriga para que pesara menos y .... ¡CIELOS! me quedé instantáneamente petrificada con el tiqué en la mano temblorosa; allí permanecí unas dos otres horas paralizada hasta que la mujer de la limpieza me sacó el polvo y de dio cuenta de que era yo una clienta rezagada y no el ANTES de un anuncio de OBEGRAS.

Ahora te escribo, más que nada para decirte que ya estoy en casa, que he llegado bien y que no sé si ya me veo sin comer bollos y me gusto...pero lo estoy intentando.

jueves, 7 de mayo de 2009

Mi vida en Terodáctila



Todo el mundo cometemos errores. Sin embargo hay personas que parecemos predeterminados a “meterla” con cierta continuidad. Lo hacemos arte, de manera irrevocable, con contundencia, irremisiblemente... A poder ser con espectacularidad, con chulería y con determinación. Porque si de meter la pata se trata: se mete de verdad.

Hace unos años cometí uno de esos grandes errores que guían mi vida cual estrella polar en plena travesía oceánica. Por suerte, de los errores garrafales también aprende uno, así que años más tarde, ante una nueva decisión de las de trascendencia máxima, pues he recordado mi tendencia natural a cagarla en solitario, y en el último momento opté por “rajarme” como una sandía. De esto último no voy a hacer más mención que esta que ha sido. Simplemente me congratulo alborozado al pensar que en algo he aprendido la lección.

Hasta hace unos años, estuve viviendo ocho en un pueblo del extraradio terodactilonés . No se estaba mal, pero a veces me sentía tan atado a Terodáctila que un día decidí hacer las maletas y mudarme a esta gran urbe. No lo pude hacer peor. Me equivoqué. La cagué hasta el punto de que sólo ahora me atrevo a reconocer que volver a Terodáctila ha sido el mayor error de mi vida. Con diferencia a otros, por cierto.

No sé que es lo que esperaba encontrarme en esta ciudad, a estas alturas no lo sé muy bien. Pero maldigo mi ingenuidad porque ahora todo me decepciona. Terodáctila me supera.

Y como siempre decimos; cuando las cosas van mal siempre son susceptibles de ir a peor. Así que por si tras una noche de alcohol se me ocurriera enmendar tal error, recién llegado, los precios de los pisos en Terodáctila empezaron a bajar y a bajar… no fuera el caso que me pudiera escapar de la ratonera.

Terodáctila es una ciudad bonita; con sus calles, sus placitas, sus trileros, y sus zonas azules. Sin embargo sólo es una ciudad. Mi problema con Terodáctila es todo el valor simbólico que yo mismo le atribuí desde fuera. Ahí me las he dado de narices. Terodáctila no es tan “bella” como desde fuera yo me la imaginaba. Es fría, demasiado individualista, en extremo interesada. Es falsa, oportunista, y me quema. Además, tiene el enorme privilegio de hacerme sentir solo. Mi amor por Terodáctila fue platónico, cierto, tanto que cuando fui a besarla me di cuenta de que tenía bigotes con puntas de alfiler.

La Terodáctila de mi mundo simbólico me ha decepcionado con tanta intensidad que deseo con fuerzas volver a largarme de aquí. Alejarme de ella, quizá para seguir vinculado a sus servicios, no lo niego, pero tú en tu casa y yo en la mía, como en los mejores amores.